“Chica, si el ‘maricón’ suena mal, nomás lo omites” me decía Alejo, colaborador de Altavoz, cuando le pedí una reseña personal para acompañar su texto. Y lo entendí, y por supuesto que quedó con las palabras que él escogió, para describirse a sí mismo ¿De qué otra forma podría haberlo puesto, sino era como él quería? ¡De ninguna! (Saludos al maricón regio <3).
Durante mucho tiempo tuve un fuerte conflicto con la palabra “maricón”, aunque no era el insulto favorito para los maricones en mi ciudad. Solían decirnos putos y jotos, pero también maricón de vez en cuando. Leerla o escucharla me traía recuerdos muy malos, de agresiones en la calle, que, aunque pocas, y que nunca fueron físicas, siempre me asustaron enormemente.
Pero conforme crecí, me di cuenta de que cada vez más personas se apropiaban de los insultos que les habían dicho en su juventud, y se nombraban así, para arrancarles de las manos las palabras a quienes pretendían hacerles menos.
Cada vez veía más putos, más marimachas, más lenchas (hasta hubo una
Marcha Lencha, este año), más vestidas, más jotos, y más maricas. Y aunque todas esas palabras se seguían usando como insultos, perdían fuerza cuando podías contestar con orgullo:
sí soy puto ¿Y qué?
No pretendo explicar este fenómeno ni llevarlo mucho más allá, sé que ya existen múltiples textos que reflexionan al respecto y seguramente lo hacen mejor que yo, pero es algo que personalmente he vivido. Desde hace unos meses, en mi biografía de twitter, la primera frase es: joto de tiempo completo. Por si había duda, no dejo de ser joto en ningún momento, aunque me nombre gay todavía en buena parte de mis interacciones sociales. Joto y gay es lo mismo, pero no lo es.
Esta semana, en nuestra página,
Gebanuzo nos presenta una historia de resignificación de las palabras, y reapropiación de los espacios públicos que a golpe de insultos nos han querido quitar. Una colectiva de Chiapas, en lugar de ceder el espacio, les arrebató a los agresores las palabras, y añadieron las propias. Dejaron claro que ese es SU MURAL. Te recomiendo ampliamente que leas esta historia: