Esta semana me topé con este desafortunado comentario del historietista (o monero, como se dicen aquí en México) Patricio, quien comentó a una nota sobre la vinculación a proceso del ex senador Jorge Luis Lavalle, ilustrada con una fotografía donde aparece el senador aparentemente abrazado de otro político, Javier Lozano. El monero desatinadamente utilizó la pose de la fotografía para insinuar que ambos políticos eran pareja sentimental.
A este comentario se sumó el monero Rapé, quien añadió: “podría visitarlo, como mínimo, una vez por semana”.
Ambos comentarios, por sí mismos, no son explícitamente homofóbicos, es decir, no usan términos despectivos, ni insultos a una persona homosexual. Sin embargo, sugerir que dos hombres son pareja, cuando estos, al menos en lo público, no se relacionan sentimentalmente con otros hombres, es una forma de homofobia de 3ero de primaria.
Basta con darse una vuelta por los comentarios que ambos tweets generaron, para ver que el problema es mucho más grande de lo que a veces pensamos (pero de verdad recomiendo no leerlos, por salud mental).
Todos los hombres, o al menos los gay, nos acordamos que al ser niños lo peor que te podían decir es que eras “joto” o “maricón”. Esas palabras anulaban cualquier otra, y en muchos casos, terminaban en los golpes. ¡Tenías que defender tu hombría!
Por supuesto, esto no lo inventamos nosotros, lo inventaron los padres de los padres de los padres… de nuestros padres. Y, como podemos ver por los finos moneros, lo seguimos reproduciendo. Y la reflexión va mucho más allá, pues la homofobia pasa por la misoginia tan enraizada en nuestra sociedad, y por muchas otras aristas, que este espacio no me permitiría abarcar.
Cuando pensemos ¿Porqué se tiene que seguir marchando año con año para celebrar el orgullo LGBT+? Bueno, pues esta homofobia cotidiana y normalizada, es sólo una de las razones.